es mejor dar que recibir



Querida Érika

¿Sabes? fuimos a Figueres con la intención de ver el Museo de Dalí. Tu mamá lo había visto ya y quería enseñármelo. Cuando vimos que había cientos de personas esperando nos pusimos un poco tristes y pensábamos que habiamos perdido el tiempo. Pero fue lo mejor que podía haber pasado porque fue así que encontramos muy cerca el Museo del Juguete, -¡¡que nos encantó a todos incluida a ti!!. He puesto esta foto para que veas lo bonita que estabas.

Algo así es lo que le pasó a Abraham en la historia de hoy. Si recuerdas había pasado toda su vida esperando tener un hijo de Sara y Dios se lo dió cuando ya era muy mayor. En esta historia ese plan de tener un hijo parece que se frustra, aparentemente parece que no ha servido de nada esperar porque Dios le pide a su hijo de vuelta. Eso le debió parecer muy raro, pero Abraham, aunque entristecido, no se lo niega y finalmente además de conservar a su hijo gana también el favor de Dios.

Tu eres una de las personas más generosas que he visto nunca, no le niegas tus juguetes a otros niños y siempre te gusta dar de comer a todo el mundo. En general las personas nos aferramos mucho a lo que tenemos pero muchas veces dar es mejor que recibir, sobre todo si es a Dios a quien damos... porque él no es como nosotros ni como aquellos que al darles flores se vuelven como cerdos a morderte.

La historia, contada de padres a hijos dice así:

"Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo:
—¡Abraham!
—Aquí estoy —respondió.
Y Dios le ordenó:
—Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como *holocausto en el monte que yo te indicaré.

Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, Abraham alzó los ojos y a lo lejos vio el lugar. Entonces le dijo a sus criados:
—Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y luego regresaremos junto a ustedes.

Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac, su hijo; él, por su parte, cargó con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos.
Isaac le dijo a Abraham:
—¡Padre!
—Dime, hijo mío.
—Aquí tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac—; pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?
—El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios —le respondió Abraham.
Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, pero en ese momento el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
—¡Abraham! ¡Abraham!
—Aquí estoy —respondió.
—No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño —le dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.

Abraham alzó la vista y, en un matorral, vio un carnero enredado por los cuernos. Fue entonces, tomó el carnero y lo ofreció como holocausto, en lugar de su hijo. A ese sitio Abraham le puso por *nombre: «El Señor provee.» Por eso hasta el día de hoy se dice: «En un monte provee el Señor.»

El ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y le dijo:
—Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo —afirma el Señor— que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia.

Abraham regresó al lugar donde estaban sus criados, y juntos partieron hacia Berseba, donde Abraham se quedó a vivir. "

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