banquetes



Y aquí estás tú, en tu sillita, preparada para comer, ¡acompañada de tu primera muñeca y de uno de tus imprescindibles libros para la hora de la comida!. Parece que no tienes demasiado interés en las verduras y a medida que vas descubriendo el poder de tu persuasión las comidas son cada vez más a tu gusto. ¡La verdad es que es difílcil precindir de tus encantos y uno acaba prefiriendo que comas cucharadas de polen, un rábano y un dátil antes de verte destrozar la cocina con tu terrible furor. ¡Tú nos lo pagas con sonrisas como las de la foto!.

Si recuerdas hace unas semanas interrumpimos la historia justo cuando Abraham, por fin, tuvo a su hijo Isaac. ¿Recuerdas durante cuántos años lo deseó? Hoy vamos a retomar la historia cuando el niño Isaac es todavía un bebé como tú, que todavía tomas del pecho de tu mamá. La historia, contada de padres a hijos durante siglos y siglos continua así: "El niño Isaac creció y fue destetado. Ese mismo día, Abraham hizo un gran banquete. Pero Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham se burlaba de su hijo Isaac. Por eso le dijo a Abraham: —¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! El hijo de esa esclava jamás tendrá parte en la herencia con mi hijo Isaac. Este asunto angustió mucho a Abraham porque se trataba de su propio hijo. Pero Dios le dijo a Abraham: «No te angusties por el muchacho ni por la esclava. Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac. Pero también del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es hijo tuyo.» Al día siguiente, Abraham se levantó de madrugada, tomó un pan y un odre de agua, y se los dio a Agar, poniéndoselos sobre el hombro. Luego le entregó a su hijo y la despidió. Agar partió y anduvo errante por el desierto de Berseba. Cuando se acabó el agua del odre, puso al niño debajo de un arbusto y fue a sentarse sola a cierta distancia, pues pensaba: «No quiero ver morir al niño.» En cuanto ella se sentó, comenzó a llorar desconsoladamente.



Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación.» En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. Dios acompañó al niño, y éste fue creciendo; vivió en el desierto y se convirtió en un experto arquero; habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con una egipcia."

Más adelante descubriremos que el pequeño Ismael fue de mayor el padre de un pueblo que seguramente ya has conocido sin pretenderlo quizá; es, de alguna forma, el padre de todos los árabes. Pero eso lo veremos más adelante, por hoy lo dejamos aquí, quédate con mis besitos. ¡Hoy me ha dicho tu madre que has aprendido al fin a devolver los besos! ¡¡Ya verás como te aficionas y le acabas sacando partido!! Muak!

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