
¡Mi querida hija Érika!. Hoy he tenido la oportunidad de oirte por teléfono, no entendía muy bien lo que querías decir, pero me emocioné igualmente. Creo que las expresiones más apasionadas que podemos decir a lo largo de la vida no son sucesiones ordenadas de palabras. Ocurre en el nacimiento, en el amor o en la muerte. Yo tengo muchas ganas de poder escuchar las cosas que me puedas querer contar. Ya ves que no tiene que ser nada importante, sólo poder oir lo que quieras contarme; tu respiración o tu silencio entre palabras sería suficiente ahora. Ahora a falta de eso me gustaría contarte yo cosas a ti aunque tardes en recibir mi mensaje. ¡Te quiero mucho!
Si recuerdas la historia que interrumpimos hace unas semanas recordarás que te contaba cómo las personas no pueden hacer todo el mal que quieran, que hay veces en las que el mal que hacen es interrumpido y en ese momento podemos ver que la justicia existe. En la ciudades que se llamaban Sodoma y Gomorra hacían cosas terribles, cosas que seguramente no hace falta que sepas... Lo importante que debes saber es que Dios no pudo soportarlo durante más tiempo e hizo justicia. Hizo desaparecer las ciudades y todas las personas que estaban dentro. Bueno, todas, excepto la familia de Lot.
La historia, que se ha contado durante miles de años de padres a hijos, mi pequeña hijita, continúa así: "Caía la tarde cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad. Al verlos, se levantó para recibirlos y se postró rostro en tierra. Les dijo: —Por favor, señores, les ruego que pasen la noche en la casa de este servidor suyo. Allí podrán lavarse los pies, y mañana al amanecer seguirán su camino.
—No, gracias —respondieron ellos—. Pasaremos la noche en la plaza. Pero tanto les insistió Lot que fueron con él y entraron en su casa. Allí Lot les preparó una buena comida y coció panes sin levadura, y ellos comieron. Aún no se habían acostado cuando los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa. Todo el pueblo sin excepción, tanto jóvenes como ancianos, estaba allí presente. Llamaron a Lot y le dijeron:
—¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos! Lot salió a la puerta y, cerrándola detrás de sí, les dijo:
—Por favor, amigos míos, no cometan tal perversidad. Tengo dos hijas que todavía son vírgenes; voy a traérselas para que hagan con ellas lo que les plazca, pero a estos hombres no les hagan nada, pues han venido a hospedarse bajo mi techo. —¡Quítate de ahí! —le contestaron, y añadieron—: Éste ni siquiera es de aquí, y ahora nos quiere mandar. ¡Pues ahora te vamos a tratar peor que a ellos!
Entonces se lanzaron contra Lot y se acercaron a la puerta con intenciones de derribarla. Pero los dos hombres extendieron los brazos, metieron a Lot en la casa y cerraron la puerta. Luego, a los jóvenes y ancianos que se agolparon contra la puerta de la casa los dejaron ciegos, de modo que ya no podían encontrar la puerta. Luego le advirtieron a Lot:
—¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas, y a todos los que te pertenezcan, porque vamos a destruirla. El clamor contra esta gente ha llegado hasta el Señor, y ya resulta insoportable. Por eso nos ha enviado a destruirla. Lot salió para hablar con sus futuros yernos, es decir, con los prometidos de sus hijas.
—¡Apúrense! —les dijo—. ¡Abandonen la ciudad, porque el Señor está por destruirla!
Pero ellos creían que Lot estaba bromeando, así que al amanecer los ángeles insistieron con Lot. Exclamaron:
—¡Apúrate! Llévate a tu esposa y a tus dos hijas que están aquí, para que no perezcan cuando la ciudad sea castigada. Como Lot titubeaba, los hombres lo tomaron de la mano, lo mismo que a su esposa y a sus dos hijas, y los sacaron de la ciudad, porque el Señor les tuvo compasión. Cuando ya los habían sacado de la ciudad, uno de los ángeles le dijo:
—¡Escápate! No mires hacia atrás, ni te detengas en ninguna parte del valle. Huye hacia las montañas, no sea que perezcas. —¡No, señor mío, por favor! —respondió Lot—. Tú has visto con buenos ojos a este siervo tuyo, y tu lealtad ha sido grande al salvarme la *vida. Pero yo no puedo escaparme a las montañas, no sea que la destrucción me alcance y pierda yo la vida. Cerca de aquí hay una ciudad pequeña, en la que podría refugiarme. ¿Por qué no dejan que me escape hacia allá? Es una ciudad muy pequeña, y en ella me pondré a salvo. —Está bien —le respondió—; también esta petición te la concederé. No destruiré la ciudad de que hablas. Pero date prisa y huye de una vez, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allí.
Por eso aquella ciudad recibió el *nombre de Zoar.Lot llegó a Zoar cuando estaba amaneciendo. Entonces el Señor hizo que cayera del cielo una lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. Así destruyó a esas ciudades y a todos sus habitantes, junto con toda la llanura y la vegetación del suelo. Pero la esposa de Lot miró hacia atrás, y se quedó convertida en estatua de sal. Al día siguiente Abraham madrugó y regresó al lugar donde se había encontrado con el Señor. Volvió la mirada hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la llanura, y vio que de la tierra subía humo, como de un horno. Así arrasó Dios a las ciudades de la llanura, pero se acordó de Abraham y sacó a Lot de en medio de la catástrofe que destruyó a las ciudades en que había habitado. "
Querida hija. Aprenderás de la vida también, al igual que de esta historia, que hay que saber evitar el mal a tiempo, que no es posible permenecer junto al mal indefinidamente. Hay un momento en el que la única opción es alejarte del mal y será necesario hacerlo. Espero poder estar en ese momento contigo para poder ayudarte si lo necesitas pero debes saber que además de toda tu familia debes contar sobre todo con Aquel que ha vencido al mal y puede todavía librarnos a nosotros del mal de una manera definitiva. Aquel, dice la Biblia en otro sitio, "que es poderoso para guardarnos sin caida, y presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios nuestro Salvador". Te quiero.
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