
Querida hija,
Lamento mucho no poder verte más a menudo. Estoy seguro de que lo aprovechariamos mucho para enseñarnos cosas que sólo un padre y una hija pueden aprender juntos. La semana pasada pudimos estar 14 horas en Caldes de Montbui, dividididas en 4 partes. Pasamos momentos muy agradables que me gustaría poder recordar ahora contigo al lado, pero a falta de eso, al menos quiero dejarlas aquí escritas, ¿te parece bien?, ¿si?
La semana pasada era la Festa Major de Caldes de Montbui y hubo el tradicional desfile de carros de caballos. Recuerdo que el año pasado también lo vimos juntos, tenemos algunas fotos de móvil de ese día, pero este año hicimos todo el recorrido desde un extremo a otro del pueblo, siguiendo especialmente los carros de los ponies, que eran los que más te llamaban la atención. Tendrías que ver cómo se te abrían los ojos tratando de examinar hasta los más pequeños detalles. Yo te llevaba sentada en mis hombros pero te miraba de reojo reflejada en los cristales sobre todo cuando tratabas de saltar y bailar encima de mi con tu nueva figurita de Micky Mouse.
En el recorrido hicimos una parada en un puesto del mercadillo que habían puesto con ocasión de las fiestas y tú encontraste el peluche que yo llevaba meses buscando sin éxito: ¡un mono lila!. Lo había buscado mucho porque sabía que te gustaría: tu animal favorito es el mono y tu color favorito es el lila. Te abrazabas fuertemente al monito y no quisiste separarte de él en todo el día. Me prometiste que cuidarías de él y estoy seguro de que lo harás... Te salía de dentro el deseo de hacerlo.
También fuimos dos veces al parque de atracciones donde quisiste comprar un perrito de peluche a pilas que habías visto ya, subir en tu tradicional tren de la bruja, en la casa de saltos, en el dragón rosa, en las barquitas de choque y muchas otras atracciones que no dejaron de recordarme la triste experiencia que tuve con tu madre ese mismo día, justo hacía un año. En esa época tu madre no sabía muy bien lo que quería y alternaba llamadas de atención con desprecios como el de aquella noche. No olvidaré que fue la noche en la que me confirmó que ella no quería la familia que yo os podía dar porque ya tenía otra.
Cuando te miro y te veo seria me imagino que estás asimilando algún trauma que te hemos podido crear con todo esto. En esos momentos me gustaría poder hacer algo más que lamentarme pero no estoy seguro de saber hacerlo correctamente. Sé que tu madre te quiere y no me canso de decírtelo. Me gustaría que fueses consciente de la realidad de que todos te queremos mucho, que es además la verdad. Tú te das cuenta, aunque me has vuelto a decir que se enfada y te grita mucho. No sabes cuánto lo siento.
En mi opinión tu comportamiento es impecable, eres una niña ejemplar, pero entiendo que tu madre debe estar pasando una nueva crisis ahora que parece haber llegado a establecer su situación. Me has dicho que tu mama porta un bebé. En un sentido tu madre necesita estabilidad pero cuando la consigue se siente defraudada porque no ve solucionada la ansiedad que tenía. Lo siento también por tu madre. Recuerdo cuando descubrió esa profunda herida delante de mi, un día, hablando de cómo tu primita Paula era una persona que nunca estaba satisfecha.
Tú, sin embargo, no pareces tener ese profundo vacío. Le pido a Dios cada día que me ayude a cuidar de ti allí donde no puedo llegar. La foto que ilustra este post Érika es de ese fin de semana, cuando te presenté a tu primera mascota, una huroncilla de menos de dos meses que no paraba de jugar y llamar tu atención. Te la he comprado porque te encanta perseguir a los gatos por la calle y creo que no me he equivocado!...
¡Ella también te manda muchos besitos!
Te quiere,
el papa...
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