
Tu madre me ha contado esta semana que el médico intuye que estás desarrollando más tus habilidades mentales y motrices que tu propio cuerpo, que eso explica que tengas ya fuera dos dientes menos que otras niñas de tu edad. Parece que el médico también se ha dado cuenta de tus tempranos progresos en hacerte querer de forma hábil y sutil al mismo tiempo. Recuerdo que un día en la cocina, cuando todavía estabas en su vientre, tu madre y yo hicimos una lista de cosas que nos gustaría haberte regalado con los genes y pienso que finalmente se han cumplido nuestros deseos. Recuerdo que varias veces reconociamos que tu creación, la formación de tu persona y de tu cuerpo, era para nosotros en el fondo un misterio y que se escapaba totalmente de nuestras manos. Que nuestra participación era casi la de espectadores. Esta mañana lo primero que he hecho ha sido darle gracias a Dios por ti y su ayuda en tu creación: había estado soñando nuevamente que te abrazaba y si todo sale como lo planeado este sábado podré hacerlo. Hemos hecho un trato y tu madre me dejará estar contigo toda una noche después de siete meses, estoy muy emocionado. Te llevaré un iglú lleno de bolas de colores y estoy seguro de que vas a disfrutar imaginando historias en su interior. Observarás que aunque te hagas mayor seguirás teniendo momentos en los que querrás encontrar un espacio pequeño en el que refugiarte para escapar de lo que te rodea. ¡Eso es normal!. Observarás que en la vida no todo son aflicciones y que también hay un tiempo para reir. En la historia de hoy sucede una cosa que no es normal. Abraham, que ha sido protagonista de nuestra historia muchas semanas, después de haber llorado y lamentado mucho no poder tener un hijo de Sara, su mujer, siendo ya muy mayor, habiendo perdido la esperanza de ver cumplida la promesa que le hizo su Dios, finalmente, ¡tiene un hijo!. Su nombre es Isaac -que significa "él se ríe" y cuando crezca será un gran hombre y protagonizará otras historias. Cariño, la historia, contada de padres a hijos, continúa así:
"Tal como el Señor lo había dicho, se ocupó de Sara y cumplió con la promesa que le había hecho. Sara quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham en su vejez. Esto sucedió en el tiempo anunciado por Dios. Al hijo que Sara le dio, Abraham le puso por nombre Isaac. Cuando su hijo Isaac cumplió ocho días de nacido, Abraham lo circuncidó, tal como Dios se lo había ordenado. Abraham tenía ya cien años cuando nació su hijo Isaac. Sara dijo entonces: «Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo, se reirán conmigo. ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos? Sin embargo, le he dado un hijo en su vejez.»
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