
Mi pequeña Érika. Un día como hoy, hace un año justo, tu madre estaba conmigo en una pequeña y blanca habitación de un hospital y estábamos muy nerviosos porque estabamos a punto de conocerte personalmente. Ya sabes, te habiamos conocido un poco a través de algunas fotos que te habían hecho los médicos, y también porque te habiamos imaginado, habiamos imaginado cuáles podían ser las razones por las que te agitabas, o por las que pasabas largos ratos sin moverte, cuales podrían llegar a ser tus deseos. Te habiamos comprado juguetes con música para que aun desde dentro del vientre pudieses escuchar algo que después pudieses recordar de ese tiempo alli dentro. No quedamos muy seguros de si te gustaba pero al menos lo intentamos. En definitiva fue una espera muy emocionante y también para mamá un poco incómoda. A medida que se iba acercando la noche la espera era cada vez más dolorosa para mamá pero sabiamos que ese dolor era la mejor forma de hacer posible el sueño que tanto habiamos esperado: ese sueño era tocarte, mirarte y que tú también nos mirases y tocases. ¡Y así fue! Tendrías que haberte visto, tan valiente, allí, agitándote en el aire cubierta de los líquidos con los que tu madre tan delicadamente te había estado cubriendo, espulsando aire a gritos como si lo hubieras estado haciendo toda la vida a pesar de que era sólo la primera vez. ¡Qué blanquita y bonita estabas!. Guardo ese recuerdo como el más entrañable de mi vida y quiero felicitarte por un primer año lleno de triunfos. El sábado pasado diste tus primeros pasos sin sujetarte de nada, lo hiciste con una gran sonrisa. Tu sonrisa la adorna una salud formidable que te ha brindado la vida, en la que colabora principalmente una alimentación ideal que te da tu madre, que adorna tu bonita cara y te hace parecer consciente, plenamente consciente de ese regalo tan grande que recibiste aquel día: la vida. ¡Felicidades, cariño, un beso enorme! Te quiero.
Comentarios
Publicar un comentario