gracia



Querida Érika. Desde hace meses te escribo estas líneas y aprovecho para contarte historias que quizá nunca leas. Dios sabe que en el momento en el que te las escribo desearía con todo mi corazón tenerte cerca para poder contarte estas u otras historias similares al oido. Quizá por eso El, que me quiere mucho, ha permitido que pronto pueda estar cerca de tí. Algunas de las historias que te cuento son historias de gente que no hacía las cosas bien. La Biblia no esconde las historias que dejan en mal lugar a las personas de las que habla como sí hacen muchos otros libros. ¿quién busca perjudicarse escrbiendo las cosas que hizo mal en el pasado?. Sin embargo, cuando lees la Biblia con detenimiento, encuentras que todas las personas estamos lejos de lo que deberiamos ser y que todos necesitamos a Dios como Señor y Salvador. Abraham era uno de esos casos. En la próxima historia veremos que otra vez, por miedo, miente sobre su relación con Sara. Y por supuesto, otra vez, casi la pierde. El final es, sin embargo bonito porque a pesar de la insistencia de Abraham en hacer las cosas mal Dios es paciente y le protege una y otra vez. Me recuerda a mi mismo y en como me protege también a mi a pesar de que insisto en hacer las cosas mal. La historia, contada primero de padres a hijos durante miles de años, y luego escrita en la Biblia, continúa así:

Abraham partió desde allí en dirección a la región del Néguev, y se quedó a vivir entre Cades y Sur. Mientras vivía en Guerar, Abraham decía que Sara, su esposa, era su hermana. Entonces Abimélec, rey de Guerar, mandó llamar a Sara y la tomó por esposa. Pero aquella noche Dios se le apareció a Abimélec en sueños y le dijo:

—Puedes darte por muerto a causa de la mujer que has tomado, porque ella es casada.

Pero como Abimélec todavía no se había acostado con ella, le contestó:

—Señor, ¿acaso vas a matar al inocente? Como Abraham me dijo que ella era su hermana, y ella me lo confirmó, yo hice todo esto de buena fe y sin mala intención.

—Sí, ya sé que has hecho todo esto de buena fe —le respondió Dios en el sueño—; por eso no te permití tocarla, para que no pecaras contra mí. Pero ahora devuelve esa mujer a su esposo, porque él es profeta y va a interceder por ti para que vivas. Si no lo haces, ten por seguro que morirás junto con todos los tuyos.
En la madrugada del día siguiente, Abimélec se levantó y llamó a todos sus servidores para contarles en detalle lo que había ocurrido, y un gran temor se apoderó de ellos. Entonces Abimélec llamó a Abraham y le reclamó:

—¡Qué nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, que has traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi reino? ¡Lo que me has hecho no tiene nombre! ¿Qué pretendías conseguir con todo esto?

Al reclamo de Abimélec, Abraham contestó:

—Yo pensé que en este lugar no había temor de Dios, y que por causa de mi esposa me matarían. Pero en realidad ella es mi hermana, porque es hija de mi padre aunque no de mi madre; y además es mi esposa. Cuando Dios me mandó dejar la casa de mi padre y andar errante, yo le dije a mi esposa: "Te pido que me hagas este favor: Dondequiera que vayamos, di siempre que soy tu hermano."
Abimélec tomó entonces ovejas y vacas, esclavos y esclavas, y se los regaló a Abraham. Al mismo tiempo, le devolvió a Sara, su esposa, y le dijo:

—Mira, ahí está todo mi territorio; quédate a vivir donde mejor te parezca.
A Sara le dijo:

—Le he dado a tu hermano mil monedas de plata, que servirán de compensación por todo lo que te ha pasado; así quedarás vindicada ante todos los que están contigo.Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimélec y permitió que su esposa y sus siervas volvieran a tener hijos, porque a causa de lo ocurrido con Sara, la esposa de Abraham, el Señor había hecho que todas las mujeres en la casa de Abimélec quedaran estériles.

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